Son las diez y diez de la noche. Mi cuerpo está cansado, mi mente turbia, embotada sin ideas, sin ganas.
Solo tengo gana de una cosa: quiero salir corriendo, corriendo, corriendo. Atravesar las calles, las plazas, los parques, la playa.
Poner mis pies sobre las olas y correr encima del encrespado mar, correr y correr. Sin rumbo, sin destino, sin brújula.
Con la única sensación de mi cabello al viento, mi cara húmeda, los ojos cerrados, las piernas ligeras y los pies mojados, mojados y fríos.
Quizá de esa manera dejaría todo atrás, lejos: mi casa, mis vínculos, mis falsas ilusiones y las promesas que nadie me hace.
Quiero correr, por dios que quiero correr.
No, para ir a buscarte, no hay encuentro en esta vida.
Para sentir el vacío del que sabe que no hay ningún lugar a donde ir. Ni nada que esperar.
Corro, corro, corro, ligera, muy ligera.
CGC
10:39
2 comentarios:
Pues ves. A veces las locuras nos pueden dar la vida, poner un ápice de luz en lo que parece no tener color.
Por eso son locuras y por eso los locos eligieron ser locos.
De la noche, la luna es lo más hermoso.
Me gustó mucho este comentario y no se porque se me olvidó contestar. Anonimo, no encuentro locura en querer escapar cuando deseas hacerlo y sabes perfectamente, que no lo harás.
Hay que haber estado loco de verdad, para saber, que puedes correr sobre las olas y hacerlo.
Sí, lo más hermoso de la noche es la luna. Pero muchas veces la noche no tiene ni luna ni "na"
aludos y gracias por comentar
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