martes, 10 de junio de 2008

Buenos polvos


La verdad, es que hoy, no tengo el verbo fácil. Pero he tenido un sueño que no quiero
Que se me olvide. Pues me ha parecido muy revelador sobre mis tonterías y mis engaños.

Soñé que estábamos en tu casa, los dos solos. Yo tumbada sobre un diván o un sofá o una cama, y que tú me hacías el amor. Digo que tú, porque yo estaba quieta, con los ojos cerrados y una mano sobre tu hombro. Me acariciabas y me dabas todo aquello que mi imaginación había pedido de ti.


Sin hablar una palabra. Todo ello, para mi una sorpresa, pues imaginaba que tú, eras del “tipo” perezoso.

Si dijera que estaba en el séptimo cielo, me quedaría corta. Estaba en ese lugar, con esa persona, con la que quieres que se acabe el mundo por un momento.

Hacía años que no recordaba mis sueños y menos uno de un erotismo tan refinado como este.

Pues si, me gustó, me gustaste mucho. Pero...

En el momento en que parecía que aquellas sensaciones no iban a tener fin, que estarías conmigo para siempre, sonó el timbre de tu puerta. Te levantaste sin miramientos, te pusiste una camiseta blanca y saliste a abrir.

Empezaron a entrar muchas mujeres: madres, hijas, amantes, niños y al menos dos hombres. Todos fueron a un salón en el que había literas.

Yo te buscaba por toda la casa y cuando te encontraba, te dabas la vuelta hacia otra persona, con semblante duro, frío, lejano y ausente para mí.

Busqué la salida y cada puerta daba a otra habitación llena de gente y tu camisa blanca perdida entre la multitud.

Todo se convirtió en un laberinto. Tenía muy claro que me había equivocado, que contigo nunca habrá nada que no sea desencuentro.

Afortunadamente, mi Canela, que dormía a mi lado, dio unos ladridos que me sacaron de aquella angustiosa situación.

Me desperté y di gracias, porque todo estaba en su sitio.
Con la certeza de que los buenos polvos, sólo son, la primera parte de la película.

Y yo, ya he visto bastante cine.

CGC