lunes, 15 de octubre de 2007

Claveles blancos


Me dijiste que me había vuelto fría, distante, insensible, que mi corazón se había marchitado con tanta palabrería, que mis ilusiones eran ideas absurdas, que estabas seguro de que mi cama no volvería a ser visitada y que si ahora estaba sola, lo estaría mucho más.

-Por eso no lloras, ya no sabes llorar. Acabaste.

Estabas furioso y eso me gustó, me compensó de tantos años dedicados a ti y a tus caprichos. La furia no tiene nada que ver con la indiferencia.

De tu discurso yo entendí justamente lo contrario: no soy fría, bien lo sabes. Mi corazón está como un almendro en flor. Ya lo viste. Claro que me gustan las ilusiones absurdas, son las mejores. En cuanto a la cama. Ahí, si me has pillado, de tus 100 kilos de materia sonrosada aún no me he recuperado, pero todo se andará. Aún recibo interesantes peticiones y el día menos pensado me lanzo de cabeza.

En cuanto a la soledad, ahora tengo una soledad “poblada” no como la que tenía contigo, que era “soledad total “

Hoy fui a comprar crisantemos, por estas fechas están hermosos. Vi claveles blancos. Nuestros favoritos, me acordé de ti, cuando me los regalabas. Los compré.

Si ya somos casi como hermanos peleones, ¿por qué no firmamos la paz?

Te mando los claveles blancos, inmortalizados.

CGC

lunes, 15 de octubre de 2007