lunes, 29 de septiembre de 2008

Mi Canelita


No quería deshojar la margarita, porque hacía tiempo que se estaba secando y a una margarita medio mustia, casi no vale la pena arrancarle las hojas.

Pero la deshojé, sin quererlo, sin premeditación, se me puso a tiro y zas, zas, zas.

Sólo me sacó de una duda: no siento nada, mi corazón está como un mármol de Ferrara. Y qué le voy a hacer, pues nada, no haré nada, aunque la verdad es que yo casi nunca hago nada.

Se me pasó, cosa que era de preveer que al llegar el invierno y cuando has transitado todo el año por un camino equivocado.Te acabas marchitando. No ha habido calor y claro, no soy una central nuclear. Apenas tengo una llamita.

Tampoco es que me guste este paisaje siberiano, en el que por más que mire a un lado y a otro no tengo ningún interés en que sea de otra manera. Se me acabó y no lo puedo evitar.
Miro para atrás y veo tonterías, sobre todo las mías, las de los otros ni me rozan y miro hacia delante y no veo nada ni nadie a quien me apetezca lo más mínimo, abrirle las puertas de mi santuario. Los que tienen la llave, ya saben como usarla.

Me meto en mi cocina y ahí me veo protegida del mundanal ruido. No quiero saber nada de nada. Llenarme de olores de sabores de colores de texturas, sudar y quemarme con la puerta del horno, de forma inevitable.

No quiero margaritas, ni rositas ni clavelitos, sólo me apetece, paz, tranquilidad, buenos alimentes, y la compañía fiel de la criaturita que yo adoro en este mundo, por encima de todos los animales de cuatro patas: mi Canelita.

Con todo y todos los demás, seré constante y amorosa (dentro de mis capacidades)
Sin favoritos.


CGC