viernes, 20 de marzo de 2009

Barco, sacacorchos, amanece. (Ejercicio)


Intento de relato con tres palabras obligatorias. (Ejercicio)

Entró en el cine, en la pantalla se reflejaba la imagen de un barco con muchas velas extendidas que iluminaban la sala. Se sentó en la última fila y estirando las piernas se apoyó cálidamente en el respaldo de la butaca, cerró los ojos y se durmió.

Amanece, cuando Rafael sale de su casa. Hace frío y apenas va cubierto por una chaqueta de chándal y unos vaqueros. La nuca rapada le hace sentir el hielo de la mañana, que le llega hasta la última cervical. No le importaba, ese día, haría lo que tiene que hacer. No se arriesgará a perder lo que más ama.

-Lo haré, tengo que hacerlo.

Hace diez años que está con Silvia. Se conocieron formando parte de un coro de barrio. Donde los dos intimaron por estar siempre en el banquillo. Cantaban bastante mal, pero les entusiasmaba e intentaban por todos los medios poder hacer oír sus gorgoritos.

Desde el día en que los rechazaron en el coro, los dos quedaban en lugares apartados para cantar a sus anchas y sin críticos inoportunos. Mientras tanto, se tomaban la botella de buen vino que Rafael llevaba y que Silvia abría con el sacacorchos que, previsora, llevaba en su bolso.
Pronto se inició un idilio y se hicieron inseparables.

Cada uno vivía en su casa, sólo, a pocas manzanas del otro y así siguieron durante todos los años de su relación.

Todo había ido bien, hasta hacía un año, más o menos, en el que Silvia, empezó a desear que vivieran juntos. Se lo planteó a Rafael, en diferentes ocasiones, interpretando la negativa de él como falta de amor.

El último día que se vieron se lo dijo muy claro:

- O te vienes a vivir conmigo o se acabó.

Rafael, escaldado por un anterior matrimonio, pensó que ya se le pasaría, como otras tantas veces. Se fue a su casa y esperó varias semanas antes de volver a llamarla.

Cuando lo hizo, no consiguió hablar con ella, ni verla, por más que insistió. Comprendiendo que Silvia iba en serio, tomó la decisión de aceptar su propuesta, viviría con ella. Desoyendo sus muchos miedos.

Por eso, esa mañana, había salido casi corriendo, con el frío en la nuca, para buscarla en su casa, antes de que ella se fuera a trabajar.

Llegó al portal, puso el dedo índice sobre el botón del timbre, pasaron unos segundos, pero no apretó. Bajó la mano y con una cara de iluminación instantánea dijo:

-No. Nunca más.

Dio media vuelta y despacio muy despacio, con la cabeza baja, pero sereno, se fue a la sesión matinal del cine de la esquina.

CGC