Todo el mundo sabe lo que siento. Mejor que yo...
No tengo certidumbre de mis pensamientos de mis emociones, de mis regocijos sí, aunque sean momentáneos, sé que resueno como un cascabel o un repique de campanas.
Es verdad que la “sombra” que yo quiero me pone como unas Alegrías de Cádiz. Y no me importa nada más.
Tú música es curativa para mis células, me vuelve etérea, cristalina, parlanchina y siento mi cuerpo, de la nuca a los pies, volando por el vacío.
Y no quiero nada, no necesito casi nada, sólo esa mágica presencia que no veo ni miro pero que reluce, más allá de la calle del autobús, de la cena que hago rápida y de mis noches apacibles, sin sueños ni pesadillas.
Te tengo incorporado a mis trasiegos mentales: en los que busco el amor, pero guardo la ropa. Demasiado egoísta, demasiado llena o vacía para compartir. Quizá demasiado fría, a estas alturas.
Pero si te acercas y me miras aunque sea un microsegundo, me pones, me pones a cien por hora y más morada que un lirio. Y te doy las gracias, porque es posible que ningún otro cuerpo, haga ya, eso conmigo.
Me “pones”, sí que me pones y me quedo rendida a tus pies, porque sé que no me harás daño. Tienes un corazón grande y hermoso, como tú.
Y yo no tengo nada que perder, salvo la vida.
No tengo certidumbre de mis pensamientos de mis emociones, de mis regocijos sí, aunque sean momentáneos, sé que resueno como un cascabel o un repique de campanas.
Es verdad que la “sombra” que yo quiero me pone como unas Alegrías de Cádiz. Y no me importa nada más.
Tú música es curativa para mis células, me vuelve etérea, cristalina, parlanchina y siento mi cuerpo, de la nuca a los pies, volando por el vacío.
Y no quiero nada, no necesito casi nada, sólo esa mágica presencia que no veo ni miro pero que reluce, más allá de la calle del autobús, de la cena que hago rápida y de mis noches apacibles, sin sueños ni pesadillas.
Te tengo incorporado a mis trasiegos mentales: en los que busco el amor, pero guardo la ropa. Demasiado egoísta, demasiado llena o vacía para compartir. Quizá demasiado fría, a estas alturas.
Pero si te acercas y me miras aunque sea un microsegundo, me pones, me pones a cien por hora y más morada que un lirio. Y te doy las gracias, porque es posible que ningún otro cuerpo, haga ya, eso conmigo.
Me “pones”, sí que me pones y me quedo rendida a tus pies, porque sé que no me harás daño. Tienes un corazón grande y hermoso, como tú.
Y yo no tengo nada que perder, salvo la vida.
CGC
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