Anoche, volví a ver por enésima vez, la película Annie Hall de Woody Allen.
No soy persona que le guste subir a nadie a un pedestal, pero con Woody, me quito hasta la camisa.
Cómo me gusta esa película (y tantas otras, del autor) Si a la historia de una época, de una manera de pensar y actuar, de unas obsesiones, hubiera que ponerle imágenes, situaciones, ropa, cachondeillo, esas imágenes serian las de Annie Hall.
Así éramos, rompiendo con los tabúes, inventando formas de relacionarnos, fuera de lo establecido, frustrante entonces, frustante ahora. Sin salidas. Con verdades como puños y mentiras escondidas, imposibles de reconocer ni en lo más íntimo.
Woody, calibrando culos y en la otra mano, un manual sobre los sercetos de la muerte. Annie, buscando “papás” que la salven, de las arañas que entraron por el desagüe de la bañera y dando sus pasitos para el triunfo estelar. ¿Porqué no?.
Sexo libre, sin complejos y sin culpas, pero ignorante. Desde luego sin viagra, gracias a Dios.
Toda la película hace que la sonrisa no se aparte de los labios. Un esbozo de sonrisa que no pasa de ahí y detrás de la sonrisa unas cuantas interrogantes.
Han pasado muchos años.
Y yo ya no sé por donde van los gustos ni las preocupaciones sexuales o existenciales de la juventud.
Pero Woody, empujó muchas puertas, sacó muchos trapos ocultos a la luz y seguro, que ahora, el camino de la introspección, con ironía y sin hacernos demasiado caso, es un poquito más llano.
CGC
sábado, 15 de marzo de 2008. Gijón
No soy persona que le guste subir a nadie a un pedestal, pero con Woody, me quito hasta la camisa.
Cómo me gusta esa película (y tantas otras, del autor) Si a la historia de una época, de una manera de pensar y actuar, de unas obsesiones, hubiera que ponerle imágenes, situaciones, ropa, cachondeillo, esas imágenes serian las de Annie Hall.
Así éramos, rompiendo con los tabúes, inventando formas de relacionarnos, fuera de lo establecido, frustrante entonces, frustante ahora. Sin salidas. Con verdades como puños y mentiras escondidas, imposibles de reconocer ni en lo más íntimo.
Woody, calibrando culos y en la otra mano, un manual sobre los sercetos de la muerte. Annie, buscando “papás” que la salven, de las arañas que entraron por el desagüe de la bañera y dando sus pasitos para el triunfo estelar. ¿Porqué no?.
Sexo libre, sin complejos y sin culpas, pero ignorante. Desde luego sin viagra, gracias a Dios.
Toda la película hace que la sonrisa no se aparte de los labios. Un esbozo de sonrisa que no pasa de ahí y detrás de la sonrisa unas cuantas interrogantes.
Han pasado muchos años.
Y yo ya no sé por donde van los gustos ni las preocupaciones sexuales o existenciales de la juventud.
Pero Woody, empujó muchas puertas, sacó muchos trapos ocultos a la luz y seguro, que ahora, el camino de la introspección, con ironía y sin hacernos demasiado caso, es un poquito más llano.
CGC
sábado, 15 de marzo de 2008. Gijón
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