lunes, 19 de noviembre de 2007

Caballito


Cuando algunas tardes aciagas, el corazón se me llena de remolinos, de rabia de mala leche. Me siento como un huracán que se lo llevaría todo por delante, las mesas las sillas las paredes y sobre todo esa cara de mala hostia con la que me aplastas.

No hago nada porque sé que tengo mi rincón, mi núcleo duro, mi lugar de supervivencia. En el que encuentro mi refugio, ante los malos vientos. Es ahí donde tengo mis palabras, mis libros, mis blusas bonitas.

Y me voy a la feria, como cuando era pequeña. Me subo en el caballito de madera del carrusel, pintado de azul de rojo de amarillo. Me agarro a la barra metálica y fría, cierro los ojos, siento el calor, el polvo de la tierra, el olor a algodón dulce, y me dejo llevar, arriba, abajo, abajo arriba, girando con rapidez hasta que mi vestido me tapa la cabeza y el pelo se mete por mi boca.

Son unos minutos, pero soy total absolutamente feliz. Girando y girando.

Por eso en días de tormenta, tu no puedes tocarme, ni acercarte siquiera a mi pensamiento. No te veo, no siento nada por ti. Eres todo defectos, incluso no me importaría, no volver a verte nunca más.

Me quedo tranquila muy tranquila.

CGC

4 comentarios:

Lola García dijo...

Pues a mi me pasa justo al contrario. En días de tormenta amo más que nunca, más fuerte que nunca.

Me has emocionado, he sentido el sube y baja de la noria leyendo tu texto, y no es porque yo sea una incondicional (que en cierto modo lo soy).

Besos,

Lola.

Cándida González Cano dijo...

Muchas gracias Lola, por tus palabras. Son muy agradables para mí.
la verdad Lola, que yo, ya no siento ni grandes ni fuertes emociones, ni amor, ni odio, ni ira. Tampoco suele atraparme el pasado, ni el futuro.
Mi momento de felicidad enorme, se produce cuando llevo a mi perrita Canela, a la playa, casi artificial qu está muy cerca de mi casa, y allí en la soledad suelto a mi tesorillo y corre se revuelca en la arena, salta a mis piernas. Y yo veo el mar, la arena, la puesta de sol. Estoy segura de que si me pusiera un termómetro, el mercurio saldría volando.
Así es, y todo lo demás son juegos de mi mente.

Las grandes pasiones, afortunadamente, ya han pasado.

Besos Candi

Lola García dijo...

Canela! Yo tenía un perrito que se llamaba Canela! Aunque luego resultó ser perrit(o) y lo llamamos Canelo. Qué rico.

Y no me creo ni por un segundo que ya no tengas emociones ni pasiones. Aunque sea en tus sueños, en un momento robado, en un lugar desconocido, las tienes seguro, porque si no no escribirías lo que escribes.

L.

Cándida González Cano dijo...

Lola, me gustó la coincidencia entre la Canela que resultó ser Canelo. "la vida nos da sorpresas"

En cuanto al apasionamiento y esas cosas, también se dice que "el que tuvo retuvo y guardó para la vejez" Será eso lo que me pasa.

Un abrazo Candi