miércoles, 19 de mayo de 2010

Cándida González. El día


El día que vi
Admiración en tus ojos,

Intuí
Que había perdido,

El revolcón
Que esperaba…

CGC


martes, 18 de mayo de 2010

Amalia Bautista. Matar al dragón

Martijn van der Linden


Matar al dragón


Ha llegado la hora de matar al dragón,
de acabar para siempre con el monstruo
de las fauces terribles y los ojos de fuego.
Hay que matar a este dragón y a todos
los que a su alrededor se reproducen.

Al dragón de la culpa y al dragón del espanto,
al del remordimiento estéril, al del odio,
al que devora siempre la esperanza,
al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Hay que matar también al que nos tiene
aplastados de bruces contra el suelo,
inmóviles, cobardes, desarraigados, rotos.

Que la sangre de todos
inunde cada parte de esta casa
hasta que nos alcance la cintura.
Y cuando ese montón de monstruos sea
sólo un montón de vísceras y ojos
abiertos al vacío, al fin podremos
trepar y encaramarnos sobre ellos,
llegar a las ventanas, abrirlas o romperlas,
dejar que entren la luz, la lluvia, el viento
y todo lo que estaba retenido
detrás de los cristales.

Amalia Bautista

lunes, 17 de mayo de 2010

Cesar Pavese. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos


Vendrá La Muerte Y Tendrá Tus Ojos

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
Cesar Pavese




viernes, 14 de mayo de 2010

Federico García Lorca.Gacela del amor imprevisto

Qi-Bashi
Gacela 1

Gacela del amor imprevisto

Nadie comprendía el perfume
de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas
un colibrí de amor entre los dientes.

Mil caballitos persas se dormían
en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches
tu cintura, enemiga de la nieve.

Entre yeso y jazmines, tu mirada
era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho
las letras de marfil que dicen siempre,

siempre, siempre: jardín de mi agonía,
tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca,
tu boca ya sin luz para mi muerte.

Federico García Lorca

jueves, 13 de mayo de 2010

Vicente Aleixandre. El último amor

Ilustración: Qi-Bashi
El último amor


I
Amor mío, amor mío.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de salir. Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz se queja en la garganta.
Amor mío...
Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la puerta, si es que
no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en todo aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco, deshaciéndote, desliéndote
en la noche que poco a poco te anega.
¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer que nunca más despertases!

II
Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan: las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen sólo un suave sonido,
y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño...

Yo las oí. Y su sonido final fue como el de una llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté.
Silenciosamente cerré la puerta yo mismo.
Sin ruido. Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...
Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente, suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo ya nunca repetiría.

Vicente Aleixandre




martes, 11 de mayo de 2010

Gabriel Celaya. Apasionadamente

Qi-Baishi
Apasionadamente

¡Y tanto, y tanto te amo
que mis palabras mueren
en un rumor de besos sin descanso!

¡Y tanto todavía que mis manos
no te hallan al tocarte!

¡Tanto y tan sin descanso,
que fluyo, y fluyo, y fluyo,
y es solamente llanto!

Gabriel Celaya





domingo, 9 de mayo de 2010

Wislawa Szymborska, A mi corazón en domingo

Ilustración: Fabian Pérez
Gracias, te doy, corazón mío,
por no quejarte, por ir y venir
sin premios, sin halagos,
por diligencia innata.
Tienes setenta merecimientos por minuto.
Cada una de sus sístoles
es como empujar una barca
hacia alta mar
en un viaje alrededor del mundo.
Gracias te doy, corazón mío,
porque una y otra vez
me extraes del todo,
y sigo separada hasta el sueño.
Cuidas de que no me sueñe al vuelo,
hasta el extremo de un vuelo
para el que no se necesitan alas.
Gracias te doy, corazón mío,
por haberme despertado de nuevo,
Y aunque es domingo,
día de descanso,
bajo mis costillas
continúa el movimiento de un día laboral.

Wislawa Szymborska




viernes, 7 de mayo de 2010

domingo, 2 de mayo de 2010

Antón García. Palabres

Ilustración: John Coller

PALABRES

Agora yá lo entiendo: importa más

la vida qu’esta montonera versos,

que les palabres todes si l’amor

(o cualquier otra cosa que festexes)

nun ye más qu’un xestu que cada día

esperes con impanciencia. Importa

más la vida ya caminar sin priesa

sabiendo qu’atrás queden les palabres

diches, l’amor consumíu. El tiempu

dexa escrito de nós ente’l silenciu

bien poques coses. La memoria miente

cuando pasa, saluda ya diz: Vuelvo

agora pa que celebres los díes

felices d’entós. Di-y que non, d’aquello

namás queden zalegos que l’olvidu

nun quixo devorar. Nada qu’importe

Antón García